La Caperucita Roja

Caperucita Roja es un cuento de hadas de transmisión oral difundido por gran parte de Europa, que luego se ha plasmado en diferentes escritos; llamado así por el hecho de que la protagonista lleva puesta siempre una caperuza de color rojo. El relato marca un claro contraste entre el poblado seguro, y el bosque peligroso; una contraposición habitual en el mundo medieval.

Caperucita era una niña que quería mucho a su abuelita, y un día su madre le dio una cesta llena de comida para que llevara la merienda a la abuelita, que vivía en una casa en el bosque.

La madre le advirtió que mientras estuviera en el bosque no se apartara del camino, y que no se entretuviera. Caperucita, obediente, se fue a casa de la abuelita haciendo como le había dicho su madre.

Cuando ya estaba en el bosque, se encontró con el lobo, quien le preguntó hacia dónde iba. Caperucita le contestó que a casa de su abuelita, que estaba enferma, a llevarle una merienda; y le dijo todo lo que llevaba en la cesta.

Entonces el lobo retó a Caperucita a correr una carrera hacia la anciana. Le dijo que había dos caminos, uno largo y uno corto. Le afirmó a Caperucita que dejaría que ella tomara el corto y que él tomaría el largo, pero el muy astuto le enseño los caminos al revés y Caperucita, sin saberlo, tomó el camino largo. El lobo, que obviamente llegó antes a la casa de la abuelita, se hizo pasar por Caperucita ya ante la puerta. La abuelita le dijo que pasara, que la puerta estaba abierta, el lobo entró, se comió a la abuela de un solo bocado, se puso la ropa para hacerse pasar por ella y se metió en la cama a esperar a Caperucita. Mientras, Caperucita, olvidando lo que le había dicho su madre, aún estaba en el bosque recogiendo flores por el camino largo.

Cuando llegó Caperucita a casa de la abuelita, llamó a la puerta y oyó que le decían que abriera la puerta y que entrara. Así lo hizo Caperucita y, ya dentro, empezó a hablar con quien creía que era la abuelita (que en realidad era el lobo). Éste le dijo que se metiera con «ella» en la cama para darse calor, y así sería.

Caperucita – ¡Qué ojos más grandes tienes!

Lobo – ¡Para verte mejor!

C – ¡Qué orejas más grandes tienes!

L – ¡Para oírte mejor!

C – ¡Y qué dientes más grandes tienes!

L – ¡Para comerte mejor!

A partir de aquí es cuando se dan las diferencias más importantes entre las versiones antiguas más difundidas:

La de Charles Perrault, el primero que recogió esta historia y la incluyó en un volumen de cuentos (1697), destaca sobre las otras versiones por ser, más que un cuento, una leyenda bastante cruel, destinada a prevenir a las niñas de encuentros con desconocidos, y cuyo ámbito territorial no iba más allá de la región del Loira, la mitad norte de los Alpes y el Tirol.

Más tarde, en 1812, los hermanos Grimm dieron otra vuelta de tuerca a la historia. Retomaron el cuento, y escribieron una nueva versión, que fue la que hizo que Caperucita fuera conocida casi universalmente, y que, aún hoy en día, es la más leída.

En contra de lo que se pueda pensar, los hermanos Grimm no se limitaron a transcribir palabra por palabra la tradición oral. Partieron de tres fuentes: la primera, el cuento de Perrault de 1697; la segunda, una versión oral de una chica que había tenido acceso a una buena educación, y que, por tanto, es probable que conociera el escrito de Perrault; y la tercera, una obra escrita en 1800 por el autor Ludwig Tieck, «Leben und Tod des kleinen Rotkäppchens: eine Tragödie” («Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja. Una tragedia»), en la que se introduce la figura del leñador, que salva a la niña y a su abuelita.

Los hermanos Grimm escribieron una versión más inocente, y con menos elementos eróticos que las publicadas anteriormente. Además añadieron un final feliz para el cuento, tal y como solían tener los cuentos de la época.

Propusieron un final alternativo, en el que un momento antes de que el lobo se coma a Caperucita, ella grita y un leñador que estaba cerca, rescata a la niña, mata al lobo, le abre la panza y saca a la abuelita, milagrosamente viva.

Otra versión que también se le adjudica a los hermanos Grimm es la en que la abuelita, en un alarde de valor y heroísmo, salva a su nieta y a sí misma sin ayuda alguna. Este segundo final enlaza con la tradición italiana del cuento, en la que la mujer sabe arreglárselas sola ante la amenaza del peligro.